Cuando estamos bien de dinero, como hace unos años, solíamos invertir en vivienda. Tratábamos de comprarnos una segunda casa, bien en la playa como los fabulosos apartamentos en Denia que vende la inmobiliaria Romer Playa, o incluso en el pueblo, en la montaña, o en algún lugar que normalmente tiene unas características de clima diferentes a nuestra residencia habitual.
La segunda vivienda se suele decir que es aquella que tenemos deshabitada durante al menos tres meses al año. Y eso sucede en muchos de estos casos. Comprarse una segunda casa en la playa era habitual hace tiempo, especialmente para aquellos que veraneaban en un mismo lugar y decidían invertir allí. Pero también ocurre con los que viven en un lugar caluroso y prefieren evadirse en el campo, o en zonas de montaña si les gusta el esquí. Para todos los gustos hay opciones, y antes con la bonanza económica era muy común y ahora, con las oportunidades que hay debido a las ventas propiciadas por la crisis y a la bajada generalizada de los precios, incluso dentro del sector del lujo.
Pero lo cierto es que cuando compramos una segunda vivienda normalmente queremos ahorrar en ella, no solo en el precio final, sino en el mantenimiento de la misma. Está claro que aquí no es donde pasaremos más tiempo, así que tenemos que conseguir que se trate de un lugar rentable que podamos sostener con el paso de los meses. Desde lograr contratos de bajo coste en los suministros, como en el agua, la luz o el gas, hasta en el seguro de hogar. Por ahí pasan todas nuestras dudas.
Lo normal es que si para adquirir este tipo de viviendas tiramos de una hipoteca, el propio banco nos obligue a contratar un seguro dentro de los productos asociados con la casa. Es común y por una razón muy sencilla. Si lo que está avalando nuestro préstamos a la hora de pagar es la casa, lo lógico es que el posible acreedor quiera que esta se mantenga siempre en las mejores condiciones no vaya a ser que acaba definitivamente en sus manos y necesite de una reforma o cualquier gasto a mayores para poder deshacerse de ella y sacar el mejor precio.
Pero tenemos que pensar qué tipo de seguro necesitamos y por qué lo contratamos. Las razones son básicas para estar de acuerdo con lo que firmamos. Aunque pensemos que la casa está lejos, que allí nada puede pasar si no la usamos, lo cierto es que simplemente tiene unas necesidades diferentes de las de una vivienda de servicio habitual. Por ejemplo, si nuestra casa se encuentra muy cerca de la playa o incluso en la montaña, es posible que esté en una zona muy propensa a sufrir inundaciones. Y si no vamos allí, ¿quién se va a enterar? Quizás, para cuando nos demos cuenta de que el agua ha entrado en la vivienda, esta ya haya causado horribles desperfectos dentro de nuestra casa y, lo que es peor, en la del vecino. Y lo mismo puede pasar con el fuego y otras fugas.
Otra de las razones más normales por las que debemos decantarnos y por la que desde aquí os recomendamos tener un seguro es por los robos. Como os estaréis imaginando, este tipo de segundas viviendas son carne de cañón para los amigos de lo ajena, que ven en ellas objetivos fáciles donde entrar y sustraer lo que se les antoje porque, además de estar vacías la mayor parte del tiempo, es muy fácil darse cuenta de que no hay nadie habitándolas porque las persianas están siempre en la misma posición, no hay luz o el correo no ha sido recogido durante semanas. En los seguros podemos contratar una cláusula de robo, por lo que estaremos mucho más tranquilos si la usamos.
Y en cuanto al tipo de seguro a contratar, debemos tener claro qué otros productos hemos firmado antes para nuestra primera vivienda y aquellos de los que dispone la comunidad de propietarios. De esta forma estaremos ahorrando al evitar duplicidades.