Más vale prevenir que curar, y con los dientes, también

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Como dice el título: más vale prevenir que curar. Este es uno de los dichos más antiguos que existe en nuestro refranero y tiene toda la razón del mundo. Antes de tener que arreglar un imposible, es mejor tomar cartas en el asunto y debilitar o prevenir el problema sin dejar que se haga una bola.

Para los lectores de esta web, que somos gente previsora y a la que no nos gustan las sorpresas, tenemos hoy un artículo acerca de cómo prevenir los problemas bucales en lugar de tener que ir corriendo al dentista al solucionarlos y que al final tengamos una cantera en la boca y un agujero del tamaño de la misma en el bolsillo ya de por sí castigado debido a la crisis económica.

Tener una boca sana es fundamental para nuestro día a día. Principalmente a la hora de comer, para obtener los nutrientes necesarios que conseguimos a través de masticar y tragar la comida. Si nuestras piezas bucales no están en buen estado, este tipo de acciones se volverán cada vez más complicadas y nos dificultarán tener una buena alimentación.

Asimismo, una mala higiene bucal nos puede llevar a sufrir de halitosis o mal aliento. Aunque en un principio esto nos parezca un problema menor, no lo es tanto si pensamos en nuestra capacidad de relacionarnos con la gente. Nos obligará a llevarnos la mano a la boca, a escondernos de las personas, a querer hablar poco para que nadie se dé cuenta de nuestro problema… No es fácil convivir con esto, así como tampoco con unos dientes feos que nos acomplejen.

La primera norma para prevenir los problemas bucales tiene que ver con la alimentación. Debemos seguir unas pautas básicas como comer pocos dulces, que son malos para más cosas que para los dientes, no tomar bebidas gaseosas y reducir la ingesta de cítricos así como de productos que contengan una gran concentración de almidón, como pueden ser las patatas, el arroz o la pasta. Si además queremos tener los dientes bien blancos para ahorrarnos un dinero en limpiezas bucales y blanqueamientos, es conveniente que dejemos de lado aquellas bebidas que provocan manchas en las piezas, como pueden ser el café y el vino, y sobre todo, eliminar el tabaco de nuestra rutina. Asimismo, la fruta y los lácteos ayudan a mejorar la salud de nuestra boca limpiándola la primera y aportando mejoras al esmalte y calcio a las piezas la segunda.

Pero el plato fuerte para nuestros dientes tiene que ver con la limpieza de los mismos y cómo la llevamos a cabo. Si no podemos evitar la ingesta de alimentos conocidos como cariogénicos, una correcta limpieza nos ayudará a combatir los efectos. Además de utilizar un buen cepillo de dientes y una pasta dentífrica de calidad, el flúor es también una buena opción.

El cepillado tiene que ser correcto, no vale con una pequeña pasada en la que solo limpiemos aquellos puntos externos que veamos. Debemos ser incisivos y concienzudos a la hora de cepillarnos los dientes. Y también raudos y veloces. Está comprobado que las bacterias que atacan la placa dental lo hacen incluso media hora después de haber comido o bebido, así que es bueno proceder pronto a la limpieza y procurar que no queden restos atrapados entre las piezas dentales, algo que se fomenta con algunos tipos de alimentos.

Dicho cepillado que calificamos como correcto dura al menos dos minutos. Para hacerlo bien, son necesarios los movimientos cortos y suaves, sin olvidarnos de la línea de la encía, los dientes posteriores de difícil acceso y las zonas alrededor de obturaciones, coronas y otras reparaciones. Para hacerlo de una manera mecánica, sin dejarnos nada, debemos limpiar las superficies externas de los dientes superiores, luego las de los dientes inferiores; las superficies internas de los dientes superiores y luego las de los dientes inferiores; las superficies de masticación y también la lengua, lo que nos ayudará a tener un mejor aliento y a eliminar las bacterias.

El cepillo más adecuado es aquel de cerdas suaves y con una cabeza pequeña para poder llegar a los lugares de más difícil acceso de la boca. Para aquellos con poca destreza, se recomiendan también los cepillos eléctricos, que además han bajado mucho su precio y podemos encontrarlos también desechables en las grandes superficies. Asimismo, debemos cambiarlo cada tres meses o cuando notemos síntomas de desgaste de las cerdas. Además, después de estar enfermos o de haber pasado por un proceso gripal, es conveniente también cambiar la herramienta de cepillado para no conservar ahí los gérmenes y provocar una infección.

En cuanto a la pasta dental, existen muchas variedades. Podemos consultar con nuestro dentista en la siguiente visita a la que acudamos y que nos asesore acerca de cuál es la mejor para nosotros, ya que si tenemos algún problema o somos propensos a desarrollar algunos, la pasta de dientes es una buena forma de combatirlo. Según el modelo que elijamos podremos combatir la caries, el sarro, las manchas o la sensibilidad dental, entre otros.

Otra de las cosas que podemos hacer para mejorar nuestra salud bucodental es masticar chicles sin azúcar. Como es bien sabido, la goma de mascar nos ayuda a generar más saliva, y la saliva es una forma muy buena de mantener la boca limpia.

No obstante, además de estos consejos, es conveniente acudir cada cierto tiempo al dentista, los niños incluidos, sin esperar a tener una enfermedad. La prevención está por encima de todo, y basta con una cita cada seis meses para controlar que no estemos desarrollando nada malo en nuestra boca.

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